Nihil novum sub sole o Déjà vu

martes, enero 18, 2005

Supersticion

Acaso la superstición sea parte de nuestra vida diaria, casi como lo ha sido la neurosis. Cuentan los que saben que en los avernos del inconsciente se cuecen a fuego lento los martirios de los horrores físicos o reales que hemos pasado. Son tan escalofriantes esos pasajes que nuestro inconsciente tuvo que sustituir la realidad por el símbolo. Éste, como la liebre, saltará cuando menos lo piense uno. Ahí está ese miedo, convertido en símbolo, pero un miedo que habita en nuestro más profundo inconsciente.
Nada impide realizar una analogía de la superstición. Me explico: Si un neurótico, al acercarse el aniversario de la muerte de su madre, la cual, digamos, lo hizo sentirse el ser más indeseado de la Tierra, siente que se le presentará una crisis de angustia o de pánico, tal vez utilice un amuleto para contrarrestar el mal. De ahí a pensar que fue en un viernes 13, cuando pasaba por debajo de una escalera o cuando se rompió un espejo, sólo hay un paso. La supersitición, pues, es el recuerdo, el símbolo de que detrás está la verdadera historia terrible. Un miedo menor, el que se tiene cuando se es supersticioso, es mejor (aunque, tal vez a la larga sea peor, por no asumir la realidad profunda) que enfrentar el averno.
Deberíamos preguntarnos si como humanidad evolucionada hemos desarrollado neurosis colectivas simbolizadas en supersticiones: el pensamiento mágico frente al pensamiento racional.

Óscar

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