Nihil novum sub sole o Déjà vu

miércoles, mayo 07, 2008

El arte invidente

Es curioso, anoche me dormí pensando en la escultura, en el arte de la escultura. Contrario a lo que uno ve en las exposiciones, no la "vi" con los ojos, sino con el tacto.

Me sentía el escultor, mis manos acariciaban, esa es la palabra, no puedo decir que modelaban, las formas. Eran unas formas abstractas: planicies redondeadas en un punto, en una arista, un ángulo, casi como un huesito de la cadera, y se alarga lánguidamente suave, torneado, y aquí ya tengo tu muslo, duro, firme y terso; tenso como la cuerda de un arco que se dispone a disparar. Ahora eres la pierna de una atleta y estás en mi mano, brotas de mi palma y escurres entre mis dedos.

Asciende la prolongada curvatura y converge en el vértice del pubis. La textura del vello es deliciosa y mi mano la abarca de arriba abajo, de oriente a poniente y tengo tus pelos en mi mano. Dilato la sensación y mis dedos crean una abertura de Norte a Sur, de Sur a Norte, en un Ábrete Sésamo pronunciado por las yemas de mis dedos siento la gruta abierta a mi invocación. Ésta es la llave, ésta es la entrada cuyos pliegues acarician mis dedos, inundados ya de mi afán por recorrer la lúbrica piel, los labios que me besan, que se adhieren lamiendo mis dedos, mojándolos. Y sigo siempre oradando con dos dedos, profanando y moldeando tu intimidad, tu amorosa gruta hacia ti misma, hacia mi encuentro con nosotros. Y otra oleada de humedad me ensaliva los dedos para animarme a continuar con tres dedos la inmersión en tu oquedad tan deseada por mi mano y tu gemido. Soy tu tacto que al tocarte se toca, que al modelarte se modela y que al amarte se acaricia. Soy tus manos que acarician una y otra vez, que abarcan toda tu extensión y toda tu abertura. Hoy soy dedos para ti.