Nihil novum sub sole o Déjà vu

lunes, agosto 09, 2010

Tomo del libro La sangre erguida, de Enrique Serna, el siguiente pasaje.

El placer de la entrega inconsciente es muy superior al de la eficiencia amatoria, aunque ambos culminen en el orgasmo. Se puede lograr un buen polvo manteniendo la conciencia alerta y los pies en la tierra, como un escritor con oficio puede crear una buena página por encargo, pero los polvos inolvidables, los grandes poemas de la sangre erguida, son hallazgos milagrosos del instinto, pasaportes a la gloraia que la inspiración o la fe descubren por accidente. ¿Significa esto que para mí el sexo es algo sublime, un rito sagrado del que están excluidas la obscenidad y el morbo? No, por supuesto, un amante aséptico es la cosa más aburrida del mundo. Pero la falsa depravación y la lujuria sobreactuada del cine porno son aún más frustrantes que el pudor y la represeión. Hay que cumplir los caprichos del cuerpo con la humildad de un filósofo que se falta el respeto a sí mismo, a su altiva y envarada racionalidad, para saltar desnudo al charco de las ranas. Hacer el amor es rezar cuerpo a cuerpo, murmurar plegarias con el pene, la vagina, la lengua y el ano. Cuanto más sucia sea la plegaria más pronto llega a los oídos de Dios. Pero no puede haber en ellas ninguna exageración histriónica, ningún énfasis declamatorio que falsee nuestras emociones. Ya sea cómplice o enemiga del placer, la conciencia debe ser obediente y callada en la cama, porque el cuerpo tiene su propio lenguaje, un lenguaje desarticulado, feroz y tierno a la vez, que brota de la tierra como un borbollón de aguas termales. Nadie es responsable de las obscenidades y las blasfemias que dice en la cópula: sólo puede responder por ellas el ventrílocuo universal que nos tiene sentados en sus rodillas.

jueves, agosto 05, 2010

Aforismo

Los hombres pierden la cabeza por unas nalgas.
Y las mujeres pierdan las nalgas por una cabeza.