Estoy, Selene, mirando tus pies y ellos me transportan a un mundo de placer pleno. Recorro la deliciosa curvatura del arco de tu planta: qué suavidad, que lascivia visual. Imagina, Selene, mi mirada como una lengua que te lame despacio, así como contemplo tu delicada curvatura del arco, y adivina mi gozo por recorrerla ya con lengua, ya con mirada, y, sí, te devoro con mis ojos y te palpo con mi lengua. Estoy tan férreo imantado a tus pies desnudos, pero calzados con invitadoras, provocadoras sandalias desnudas y cómo apartar mi mirada de tus deditos, de sus uñas rojas, y lamo con mirada lúbrica cada dedito, cada uñita, y ¿sientes mis manos tocar tu talón?, ¿sientes cómo acarician tu planta, tu arco?
Selene, mi luna, me vuelves luna líquida brotante.