Nihil novum sub sole o Déjà vu

jueves, febrero 14, 2008

Para un día como hoy

Mi amiga Elia me envió estos poemas de Eduardo Lizalde, muy buenos para un día como hoy que todo mundo se masturba mentalmente con el amor.


EL SEXO EN SIETE LECCIONES

1. Gozo y tortura
que el Tártaro y el Cielo
-uña de carne- desempeñan.

Al sexo y su desorden milagroso,
a su perfecto matrimonio,
de beso y abrelatas, sucumbimos.

A la gloria del sexo,
a su desenfrenado latrocinio,
su avaricia impecable,
alto, cedemos.

* * *

2. Y por estar a flote,
por ser la superficie de la espuma en la piel,
por ser lo más visible y general,
por ser el más común lugar del paraíso visitado,
el sexo, lo evidente,
lo que a todos iguala,
lo esencial -sabia era Eva,
ingenuo Segismundo-,
por ser el sexo algo tan real,
lo único real acaso,
sólo se existe y vive a su merced.

No es reducible el sexo a números ni a ciencia,
no es cosa comprensible,
no es natural ni humano
y la divinidad lo desconoce.

Lo real no está sujeto a inquisición.

* * *

3. El tiempo escaso por costumbre
y, por la costumbre, frágil,
no basta para el amor
y es demasiado para el sexo.

Pero si en sexo se midiera el tiempo
si el sexo -el gozo, mejor dicho- fuera
una unidad de tiempo,
sería la más pequeña
que el reloj pudiera imaginar,
la apenas registrable,
el átomo del tiempo.

* * *

4. Ni el denodado goce de los cuerpos,
ni el carnívoro roce de las bocas,
ni las fieras sensuales de los dedos,
ni las mejillas ardorosas,
ni el sudor refrescante de los pechos
-su rima encantadora-,
ni el tacto delicioso de los muslos,
ni la plata del pubis,
ni las caudas azules y viriles,
son suficientes para el sexo.

La plena saciedad misma, no basta.
Lacios los cuerpos tras el goce, exhaustos,
bebidos uno a otro hasta las plantas,
sueñan, despiertos, con el sexo.
Sólo han probado, sólo empiezan a hervir.
La saciedad más absoluta
es siempre, apenas, el principio.

* * *

5. El cuerpo es siempre virgen para el sexo.
El cuerpo siempre, Paul, recomenzando.
Y el cuerpo eterno, el fiero eterno cuerpo
muere antes que el sexo.

* * *

6. Y nada de que el sexo
sólo con amor es sexo.
El sexo es siempre amor,
nunca el amor es sexo.
El amor no es amor,
el sexo es el amor.
No hay sexo sin amor
pero hay amor sin sexo, y no lo es.
Todo amor sin sexo es corruptible.
Sólo una advertencia:
es ya desgracia conocida
que el sexo y el amor no sean posibles
sino con personas,
con almas y con cuerpos de cuatro dimensiones,
con seres existentes,
y nunca con fantasmas o sombras pasajeras,
mucho menos con plantas o gallinas.

7 (y última). El sexo es una cosa
que se embellece cuando se la mira.
Y la prostitución es su magnífico revés,
su negación perfecta,
su ausencia depresiva.
El sexo es este Dios moldeado
por su más portentosa y vil creatura.


AMOR

La regla es ésta:
dar lo absolutamente imprescindible,
obtener lo más,
nunca bajar la guardia,
meter el jab a tiempo,
no ceder,
y no pelear en corto,
no entregarse en ninguna circunstancia
ni cambiar golpes con la ceja herida;
jamás decir "te amo", en serio,
al contrincante.
Es el mejor camino
para ser eternamente desgraciado
y triunfador
sin riesgos aparentes.

martes, febrero 05, 2008

¿Qué año es?

¿Qué año es? No importa, esta navidad será como las otras. Mis papás volverán a aprovechar –¿por qué esta fecha?– para discutir: uno querrá ir con su mamá y la otra con sus papás. ¿Y nosotros, hijos de la inmadurez, con melón o con sandía? Apúrate, noche, y transcurre con prisa, que galope tu andar para mi familia. Que las lágrimas de mamá (pobre mamá, la recuerdo siempre como esas vírgenes mártires, viviendo por el sufrimiento y creyendo que con él redimirán los pecados del mundo), que las lágrimas de mi madre, digo, no inunden nuevamente esta navidad y la ahoguen, como ya tantos cadáveres que sepultamos por estas fechas. Que los gritos de papá no rompan los espejos de la casa (tal vez por eso la navidad en esa casa tiene tan mala suerte). Y toda esa sensación de nudo en las tripas que siento y creo que también mis hermanos.
En cuanto tuve edad y dinero pude huir (“irme, Dios mío, irme”, como suplicaba Neruda) en la navidad para pasarla lejos (“lejos, lejos, como un ciego me han llevado” [Eugenio Montale]), primero con una novia: Dios los hace y la neurosis los junta, sólo quería irse a Nicaragua con sus “compas” a hacer la revolución y entonces huí de esa mujer también en navidad.
Pero a la siguiente, la navidad me deparaba una dicha que pensé que no era para mí: mi mujer, la que es ahora mi mujer (desde hace 21 años nos pertenecemos) celebramos juntos, ella y yo, yo y ella la primera navidad hermosa que recuerdo: ella y yo en un viaje recorriendo parte de México. Había pensado que la felicidad no era para mí. Y a partir de esa navidad, la del 85, la hallé: no estaba lejos, estaba lejos de mi familia, pero en mí estaba: yo era capaz de dar amor y felicidad a la mujer que amo.
Ahora, la Navidad la pasamos mi mujer, nuestros tres hijos y yo, nuestra familia, y siempre lejos, en otro país, o entra ciudad, pero lejos de sus padres y de los míos. Regocijándonos con la cara de sorpresa de nuestros pequeños que descubren sus juguetes y yo mismo descubriéndome feliz en Navidad.